jueves, 14 de agosto de 2008

Estructuras multidisciplinarias

Por Alma Caballero
(Artículo publicado en la Revista Internacional de Arquitectura CUBOmag, número 3, junio-julio de 2008)

Anything one man can imagine,
other men can make real
Julio Verne

Si aún nuestros orígenes biológicos son polémicos e inciertos, el intentar establecer cuánto tiempo transcurrió para que el primer ser humano pensante abstrajera y transformara su entorno real, dando paso a la imaginación y las ideas (creando lo inexistente), es una cuestión por demás incierta. Lo trascendente radica en que este proceso mental, que ahora vemos con tanta naturalidad y que practicamos a diario, es un pensamiento complejo que abre fronteras insospechadas en todos los campos de la ciencia y de la vida.

Tal como Víctor Hugo expresará desde el siglo XIX, cita textual: Las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas, sino las ideas (Francia, 1802-1885). Acaso cualidad inherente, conocimiento fortuito, pensamiento accidental o habilidad desarrollada, esta asombrosa capacidad humana es la que ha permitido crear (porque nunca estamos conformes solo con pensar) aparatos, mecanismos y una innumerable cantidad de objetos asombrosos que envuelven nuestra existencia.

El quehacer arquitectónico no es sino una presa más de la aspiración del hombre de ir más allá, de conquistar el suelo y las alturas, puesto que resulta indiscutible que la necesidad de suplir únicamente el problema de cobijo se ha superado desde las primeras civilizaciones. Comenzando con la concepción de las pirámides de Egipto hasta la ejecución de grandes rascacielos, como el polémico Burj Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, proyectado para ser el edificio más alto del mundo cuando se inaugure en 2009, observamos que a pesar de que la motivación para hacer arquitectura se ha transformado de acuerdo a las necesidades sociales, políticas, económicas y recientemente ecológicas, no así el anhelo por conquistar el espacio que no nos pertenece pero que nos apropiamos, que invadimos, que mutamos, haciendo destreza y alarde de nuestra manipulación, por llamarlo de alguna manera, de lo que la naturaleza nos brinda.

Lo que también es innegable en la arquitectura, es que el desafío del canon, de lo preestablecido, de lo convencional, de lo predecible, ha estado firmemente ligado al descubrimiento, uso y manipulación de materiales constructivos. Pero también a las matemáticas, a la física, a la química, a la biología, cuyas aplicaciones han dado paso a estructuras multidisciplinarias capaces de hacer temblar a Da Vinci o a Gaudí. Exploremos pues, esa cualidad humana al desafío, al progreso descomunal, a romper las reglas de forma y espacio, a querer volar.

Mentes inquietas
Tal como las geniales anticipaciones de Julio Verne (Francia, 1828-1905) nos dejaron ver, lo que una vez se imagina cual quimera pretenciosa, ha sido llevado a cabo posteriormente por mentes inquietas que se disponen a probar que nada es imposible. Sin duda la genialidad reside en la imaginación libre de paradigmas y estereotipos, generalmente acompañada por ciertas dosis de locura, la excepcional pintura de Salvador Dalí (España, 1904-1989), con tintes surrealistas y propios de una mente que genera espacios controversiales más allá de nuestras dimensiones; la imponente escultura de Arno Breker (Alemania, 1900-1991), que generó una callada controversia por sus nexos con Adolfo Hitler; la atribulada música de Charles Parker (Estados Unidos, 1920-1955) quién a los 15 años ya contaba con el carné de músico profesional, con su maravilloso saxo y su extraordinaria improvisación; y la extraordinaria arquitectura de Antoni Gaudí (España,1852-1926), cuya genialidad rompió con arquetipos dando lugar a creaciones singulares y maravillosas, son algunos ejemplos del anterior siglo, de que la capacidad de ir más allá sobresale en algunos seres, aunque generalmente viene acompañada por otros demonios.
En nuestro naciente y multifacético siglo XXI más que nunca se incrementa la fusión de las ciencias y las artes, escrupulosa en el pasado, desconcertante en el presente, ha minando cada disciplina, encontrando en la arquitectura su máxima expresión, a mi parecer, en la conquista por las alturas, donde la batalla tecnológica alcanza límites exorbitantes y arquitectos verticales buscan con desenfreno fusiones inverosímiles de materiales y sistemas constructivos en pos de la conquista del espacio etéreo e impalpable.

Lo que también es cierto es el hecho de que la imaginación y el despertar de ideas nuevas en arquitectura, no sólo es un acto libre y fantasioso de formas utópicas y diáfanas en la mente del arquitecto, inmediatamente después del destello inspirador y contrario a lo que algunos desearían, el cerebro comienza a concentrar información útil para aterrizar dichos pensamientos, es decir, la concepción de un proyecto arquitectónico, si bien parte de una idea generadora que puede ser tan subjetiva e irreal como infinita, el inmediato desarrollo de ésta se verá apoyada, consciente o inconscientemente en preceptos científicos o técnicos que de hecho la hagan realizable, tangible, que la hagan saltar de la pantalla azul por detrás de nuestro cerebro al mundo de carne y hueso, de envolvente y estructura, de realidad y escenario corpóreo.

De ahí que la inclusión de la multidisciplinareidad juegue un papel importante en el desarrollo de nuevas visiones conceptuales, que coadyuven a la realización física de ideas descomunales. Podemos, por citar solo algunas, hablar de la biología, en donde la recreación de modelos provenientes de la naturaleza, ha dado como resultado edificios como el propio Burj Dubái, cuya altura final aún permanece en secreto, el cuál está basado estructuralmente en la forma de una flor endémica de los Emiratos Árabes Unidos llamada Hymenocallis.

De las matemáticas, base inapelable de diseño, el uso de la geometría, la proporción, la sección aurea, los modelos y hasta la actual CAGD (Computer Aided Geometric Design) son herramientas innovadoras y de validez universal en la creación de nuevas estructuras.

De la ecología, la nueva visión del desarrollo sustentable, ha obligado a la inclusión de mecanismos que minimicen el impacto negativo de las construcciones en el medio ambiente, cuyo pionero vertical ha sido el arquitecto Kenneth Yeang (Malasia, 1948) con sus rascacielos ecológicos que promueven una acertado acercamiento al equilibrio entre lo natural y lo construido.

Todo ello, para probarnos que ya no cabe la hegemonía de la arquitectura como ciencia aislada y autosuficiente, sino como red de ideas multidisciplinarias y polifacéticas, encadenadas a la globalidad de manera inherente e ineludible.

Nuevas tendencias
Este desafío estructural de las alturas ha priorizado el tercer elemento clave de la arquitectura según Vitrubio, firmitas, que es ahora el concepto regidor del rascacielos, tan importante que absorbe de manera no excluyente ni envidiosa a venustas y utilitas. De ahí que sea interesante mencionar, no como conclusión, sino como punto de partida mental, dos ideas que nos puedan incentivar a analizarlas y a romper con la tradicionalidad que nos encadena, para seguir presionando límites con la motivación correcta de proporcionar una mejor arquitectura.

La teoría de Bézier, que desde los años 60’s ha sido utilizada en el rubro automovilístico es un buen punto de partida para la investigación, ya que ha permitido diseñar superficies aparentemente absurdas con relativa sencillez, como es el caso del Guggenheim de Bilbao de Frank Gehry (Canadá, 1929). Otra teoría, la tensegridad, cuyo principio estructural está basado en la relación de elementos aislados, generalmente barras, por medio de elementos de tracción, como cables, ha sido aplicada a estructuras innovadoras que se han aplicado con bastante éxito por el escultor Kenneth Snelson (Estados Unidos,1927), pero que sin duda siguen siendo exploradas para su aplicación en arquitectura.

Pensar en el desarrollo y aplicación de estas estructuras multidisciplinarias, especialmente en ciudades con densidades poblacionales descomunales, como Ciudad de México, Tokio y Sao Paulo, permitirá sin dudas extender nuestras mentes, nuestras ideas, nuestra imaginación, a límites que por ahora quizá parecerán irracionales, pero que posteriormente materializaremos en otras escalas, en otros tiempos y porque no… en otros planetas.

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